miércoles, 8 de enero de 2014

Se necesita valor.

Cada año, ya parece rutina, adopto la necesidad de volver a la escritura. Jamás logró pasar de algunas publicaciones esporádicas donde no paso de contar lo que me pasa o lo que le llega a pasar a los demás que están a mi alrededor... ¿y? supongo que todavía no soy famoso -sí, mi ego es grande y sé que un día seré famoso- entonces qué podría contarles: ¡exacto, nada!. 
No tengo una vida sorprendentemente maravilloso, no hago cosas extraordinarias. Soy un chico normal con los mismo problemas que cualquier otro. 
Sí, como cualquier otro; tengo 21 años y estoy a nada de dar el gran salto de los 22, dicen por ahí que cuando llegas a los 22 se te escurre el tiempo y ¡zaz! en un minuto insospechado de un miércoles cualquier de marzo te das cuenta de que ya tienes 30 años, las deudas te están inundando el buzón del correo y que tus padres ya definitivamente son señores de los que de infante te inspiraban a algún abuelo. 
No quiero pasar a los 22 años porque me daré cuenta de que ya llevo buen tramo recorrido y que no he hecho nada de mis sueños de infancia. Al contrario, encontré formas de perder el tiempo de manera estupenda, como le comenté a una amiga ahora mientras comíamos pizza: mirar la televisión pero realmente tener la mirada puesta en un punto perdido del espacio y la mente en una zona mucho más alejada. Esas acciones que te roban el tiempo peor que político robando al pueblo que intenta gobernar. 
El año nuevo fue hace una semana y un día. El año nuevo siempre es motivo para recordar no sólo el año inmediato sino que te permite echarte un clavado al baúl de los recuerdos y mirar el pasado. Yo para estas fechas veo fotografías viejas y me pregunto ¿¡Qué demonios!? Ya son años los que han pasado desde que era un chico de la iglesia, un fiel monaguillo, también ya hace años que fui estudiante de Ecología y más años hace que me gradué de la secundaria y tuve mi fiesta en una granja y comía sanwiches al lado de amigos que ya sólo forman un eslabón en la escalera hacia el presente. 
Que maravilloso eran aquellos años. No tenía 21 y tampoco estaba a punto de cumplir 22. 
Hoy me río con mi amiga Ale de los años de bachilleres y de las personas que se nos vienen a la mente, digo que son cosas tristes porque están ahí vivos en la memoria y son evocados para recordar que ya no están pero que cuando estuvieron fueron y conformaron un presente. Eso de los recuerdos es un arma de doble filo porque muchos de los presentes pasados son o fueron muchísimo mejores que el presente vivido y eso es una tortura que nada más nos llega para abrillantar los ojos. 
Logro destacar algo que me parece importante: tuve que crearlos, tuve que realizar platicas, realizar acciones, ir a lugares y conocer personas. Ahora en día con las redes sociales eso no pasa. Quizás ya no pase nunca. Todo está en nuestras manos y la otra persona no es más que un perfil detrás de un cristal.
De verdad tengo mucho miedo que mis recuerdos dentro de 10 años sea aquella plática que tuve con X persona una noche de enero en Facebook o que la persona de la que me enamoré fuera primero mi seguidor en Twitter. Me da mucho miedo. 
Bueno supongo que ya se me acabó la inspiración. Seguiré leyendo El Quijote. Mañana escribo otra nota. 


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